Es común ver en Twitter discusiones sobre la violencia machista en donde sale a relucir la consigna de #NotAllMen. Esta consigna, que casi se podría ver como una reacción frente a #MeToo, asevera que no todos los hombres ejercemos violencia machista.
Parece una consigna válida y razonable, y muchas discusiones sobre feminismo con hombres parten del supuesto de que es verdad. Pero me gustaría aquí añadir matiz a este tema y explicar por qué no apoyo esta consigna.
Hay muchos hombres ofendidos de que se haga acusaciones generales en contra de todos los hombres, y creo que tienen razón; pero la respuesta de que no todos los hombres ejercemos violencia machista se queda corta y no aborda el verdadero problema.
El verdadero problema es que vivimos en un sistema patriarcal que tiene unas expectativas de cómo los hombres nos debemos comportar. Desde muy jóvenes, a los hombres se nos inculca un sistema de valores en el cual es más importante la fuerza, la valentía, la sagacidad y la competencia, que el cariño, el cuidado, la escucha y el respeto.
Este sistema de valores patriarcales nos hace sentirnos profundamente inseguros de parecer débiles o incapaces, y preferimos ser vistos como violentos e irrespetuosos. Es menos humillante.
Entonces no se trata de si todos los hombres o sólo algunos ejercemos violencia sexual; se trata de que todos los hombres estamos sujetos a estos valores patriarcales, lo cual nos hace propensos a ejercer violencia en ciertas circunstancias. La violencia no son unos casos aislados; ahí hay una sistematicidad que nos atraviesa.
Entonces no se trata de decir #NotAllMen como si la violencia machista fuera algo ajeno a nosotros. No es ajena, es parte de nuestra educación. Cada hombre decide si la ejerce o no, pero la decisión de no ejercerla acarrea unas consecuencias sociales que a veces pueden volverse insoportables.
En lugar de decir #NotAllMen, denunciemos las múltiples maneras como la violencia se nos inculca desde pequeños. Empiezo yo.
La película Tangled, producida por Disney en años recientes, es un remake de Rapunzel donde la protagonista es una mujer empoderada y donde se cuestionan los valores de la masculinidad hegemónica.
En muchos aspectos, esta película aporta una visión fresca y renovada de los roles de género que creo que es positiva tanto para niñas como para niños.
Sin embargo, también incluye un aspecto que considero problemático frente a la masculinidad. En múltiples escenas, el coprotagonista es víctima de maltrato físico con fines humorísticos. En una escena, por ejemplo, por un descuido de Rapunzel, su cuerpo inerte se cae al piso y su cara recibe todo el impacto de la caída. Este suceso, y otros parecidos, sin embargo, no dejan marcas visibles en su cuerpo.
Esta normalización de la violencia contra los cuerpos masculinos en las películas infantiles hace parte de una narrativa de que nosotros aguantamos todo tipo de maltrato sin quejarnos ni llorar.
La única manera aceptable de expresar nuestro dolor es a través de la ira y de la sexualidad. El resto de la historia se cuenta por sí solo.
Entonces no se trata tampoco de decir #yes, all men. No es así de simple. No se trata de un asunto de cantidades: se trata de un asunto de cultura; de cómo educamos a nuestros niños; de a qué violencias los exponemos.
¿Cómo podemos esperar una cultura de cuidado de parte de los hombres si no los cuidamos a ellos?